sábado, 23 de noviembre de 2013

Caras Azules

 



Era un día gris en la plataforma. El viento helado venia viajando por miles y miles de kilómetros sobre el mar sin encontrar obstáculo, hasta que de repente, plaf, me daba de lleno en la cara y se escurría por detrás del cuello embolsando la capucha de la capa de lluvia.
Todos habíamos llegado a la obra a mamar de esa teta gigante que daba leche negra y que la humanidad bebe con voracidad.
Chicao era la cabeza del grupo de mecánica, tenía un mentón gordo y grandote que se iba reduciendo a medida que se desarrollaba el resto de la cara, una cara larga que combinada con el casco de obrero le daba el contorno de una calabaza negra y peluda. La hortaliza estaba adornada con una cara sonriente de ceño fruncido, expresiones complejas si las hay. Chicao era mineiro, y había llegado al sur de Brasil para trabajar en la obra y para escapar de algunos problemas con la ley. Su forma de vestir denotaba la poca cultura de frio. El pantalón de jean tamaño hip hop arrastraba absorbiendo todos los charcos de la plataforma, encima tenía una capa de lluvia amarillo patito que le terminaba justo sobre los hombros, por abajo una campera también de jean con corderito adentro llegaba entre los hombros y el cuello, luego un buzo azul oscuro con cierre y manchas de grasa, más adentro ya estaba la polera y/o remera, todo a la vista. Tal vestimenta por capas hacía imposible diferenciar donde terminaba el cuello y empezaban los brazos y le daba el aspecto de un repollo gigante, o de una concha. Del centro de la concha emergía la cara anteriormente descrita que daba órdenes hablando a los gritos.
Giovanni era un negro negro como la leche y mano derecha de Chicao. Tenía un pasamontaña debajo del casco que le dejaba el cuello desnudo, los dientes eran tan amarillos. Nunca entendí una sola palabra de lo que habló. Mientras Chicao gritaba y repartía órdenes al grupo Giovanni miraba a la nada misma, con las manos atrás del cuerpo escuchaba como si ya supiera mientras algún ritmo extraño le salía de la cabeza y le recorría todo el cuerpo haciéndolo moverse como si tuviese una brasa caliente adentro del buzo, pero en cámara lenta.
Scooby pensaba en su mujer allá a lo lejos, en lo desgraciado que era por tener que trascender su soledad en esos cabarulos baratos, en lo inmoral de los amantes y en la picanha que iba a comer al mediodía. Tenía la cara de Quico viejo.
Sem pescoco se había ganado su sobrenombre en la obra debido a su cuerpo propio de bicho bolita, era una especie de jorobado de Notre Dame al que le habían dado una trompada en la boca del estomago. Solía sentarse a descansar bajo el ángulo de una escalera, el lugar los hacía estar todavía más encorvado, si los tobillos cuchichiasen entre ellos él los hubiese oído sin problemas.
 

miércoles, 7 de agosto de 2013

Memorias de un Sereno


20100216151747-oscuridad.jpg 

Por la noche, ya cuando todos duermen, me muevo por los pasillos de la casa con suma sigilia, formando parte del silencio que reina soberano a semejante hora, siendo una sombra más entre las sombras que inundan el espacio.

Algunas veces desaparezco, inmóvil en un rincón cualquiera, observando perplejo, a cada segundo, ese ambiente vacío y manchado de oscuridad en el que nada pasa.

Otras veces me escabullo en los cuartos, cuartos repletos de cuerpos humanos aleatorios que descansan todos juntos en una especie de gavetas sobre la pared. Es como si las personas se desconectasen de sus herramientas humanóticas y las dejasen llenándose de energía mientras ellos se van a pasear por otras dimensiones hasta que el sol marque la hora y vuelvan a buscarlos para continuar con sus mundos individuales y separados entre si. Yo me embriago de placer y vértigo al contemplarlos en tan delicada situación, tan vulnerables, ahí, con su pescuecito desnudo, tan accesible. El éxtasis es total si, entre la oscuridad de la noche, se llegan a vislumbrar las delicadas formas de la clavícula, una clavícula que adivino blanca y tibia por debajo del manto de piel que la cubre.

A veces me acerco, mucho me acerco, tanto que el aire de las respiraciones se vuelve una única cosa, caliente y pesado se entrelaza y se hamaca compartido entre los dos cuerpos acariciando las cavidades torácicas interiormente. Yo y mi huésped nos acariciamos por adentro por largos y silenciosos minutos.

Ya a la luz del día todo vuelve a la normalidad, porque el sol también alumbra los instintos y las dignidades. Los huéspedes (que en este momento están llenando su plato con las delicias del desayuno) ni se imaginan que el muchacho de camisa a cuadros y anteojos que responde mails en la recepción del hostel conoce hasta el último detalle el ritmo de su respiración.

domingo, 28 de julio de 2013

Replanteate tus valores hermano

 

Rio de Janeiro, julio de 2013, Jornada Mundial de la Juventud, 3 millones de personas en la playa de Copacabana. Y a mi se me da por salir a correr...
Le metí duro, el sol pegaba fuerte así que a los pocos minutos estaba todo transpirado, tanto así que la gente que me veía pasar o que me pega un leguetazo pensaba que recién había salido del mar.
Salir de la playa fue toda una odisea, los campamentos cristianos cubrían la totalidad de la superficie. Yo pensaba en semejante manifestación de poder, en el terror de esos campamentos asediando mi aldea, en la fuerza de la plegaria conjunta elevándose al cielo.
Como harías para vencer semejante monstruo?
Sin duda haciéndolos dudar de su propia fuerza.
Ahí caminaba yo intentando decifrar cual era la mayor virtud de aquella multitud y de que forma podría sentarla en la corte cuando vi parado al costado de la vereda (repito, yo super bañado en transpiración) a un cristiano que sostenía un pequeño cartel:
Free hugs!

sábado, 27 de julio de 2013

La voz del viento

 

Bueno, a fin de cuentas todos soñamos con empezar a caminar y perdernos en la lejanía. Así, que la anchura del paisaje y la profundidad del silencio se cierre a nuestras espaldas y quedar parados sobre el peladero de alguna loma con el viento dándonos de lleno en la cara.
´´Ahí se escucha la voz interior´´ me dijo un viejo con la cara partida por las arrugas o por la experiencia mientras le echaba otro palo de leña a la cocina,  echado a su lado un perro con menos arrugas pero con más sapiencia levantaba la ceja y se preparaba a escuchar la historia por enésima vez.
Allí se escucha la voz interior, uno conversa con sigo mismo y se aclara el entendimiento. Yo iba, de tranco lento, a buscar una punta de ovejas que habían quedado atrás, me le fui por la orilla el mallín y cuando dentré a subir la loma, ahí en el medio del peladero, me escuché. El matungo se paró, y me miraba, como si supiera el bicho, me miraba como a un hermano, como si yo hubiese comprendido.

Un mundo a base de Peludos


La cuestión es así: Se criarán Peludos.
Para qué? Para energía. Pero también para hacer charangos. Resulta que el Peludo nace, se lo alimenta a maiz o balanceado y engorda mucho, crece junto con su caparazón. Luego se lo pone a correr y el bicho adelgaza, nunca para de correr pues está asustado, el caparazón no adelgaza y en algún momento del proceso el animalito se vuelve tan fino que se desprende de su armadura. El bicho se tira (o se usa para alimentar a otros peludos en su etapa de engorde) y la caparazón hace música.
Hay muchos peludos corriendo y con eso se genera energía, energía renovable, porque los Peludos son renovables.
Solo los rulemanes se calientan.

Reflexiones a las 4 de la mañana


ideas_sin_sentido_39503.jpg

Son los vestigios de mi ser eterno lo que me lleva al vino barato.
Lo eterno cae, por puro equilibro nomas, en pequeñas y sucesivas muertes. Así como un positrón energizado positivamente con una carga de 10 Coulomb se precipita sobre una barra de pan francés ( de carga negativa).
Allí donde la gravedad es infinita, en un universo gobernado en su totalidad por aceleraciones y su ímpetu, el pensamiento de dobla y redobla sobre si mismo, colapsa, no va más allá de su propio ser (si es que es, no?). Los flujos se detienen y se compactan en una esfera esférica perfecta de densidad infinita. Nada va más allá de si mismo.
El problema con los pensamientos es su inmaterialidad, es que no se sienten. Las viajeros del éter se desplazan sin interacción alguna con su entorno. Y no se miden, a veces ni por las propias mentes creadoras.
Ídem las ausencias, son por no ser, y viajan lo mismo.

martes, 23 de julio de 2013

Café con mucho aroma



Fuimos a la cocina a preparar café. No tanto por el café en si mismo sino más bien para escapar de las miradas presentes.

Las palabras andan bien cuando se las ayuda con azúcar y cucharitas de té, pero una vez todo listo, una vez infusión humeante dentro de la taza, una vez primer sorbo...

Ella emitía un montón de sonidos que me eran imposibles de descifrar. Las palabras se amontonaban en la entrada de mis oídos y, de tanto en tanto, se mandaban todas juntas sin respetar orden de llegada. Esto hacía increíblemente difícil darle sentido a lo que yo suponía habían nacido como frases independientes pero que a esa altura de la conversa se parecían más a una habitación repleta de las páginas de un diccionario que estalló y que volaban libremente por ahí, en el centro del torbellino, desorientado, mi entendimiento.

Yo tenía toda mi concertación enfocada en dejar de golpear la mesa con el dedo con esa incesante repetibilidad, toda.

Ahí me debatía, entre las paginas doradas u oscuras de una misma noche, cuando de repente, sin saber cómo ni por qué, el aire entre los cuerpos desapareció.